Desde hace más de dos décadas, apunta Escudero, la RSE ha llevado un desarrollo imparable con iniciativas que han ayudado a las empresas a recuperar su legitimidad ante la ciudadanía introduciendo límites sociales y medioambientales en su comportamiento. A ello han contribuido el Pacto Mundial de Naciones Unidas, el Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible, el Global Reporting Initiative o la ISO26000, los programas de Business for Social Responsibility de EE. UU., las directrices de la UE en materia de RSE o los índices bursátiles de sostenibilidad como el Dow Jones Sustainability Index, FTSE4Good. De esta forma, la incorporación de la RSE a la gestión ha hecho que las empresas pudieran frenar sus tropelías sociales y medioambientales, les ha dado transparencia y las ha puesto en valor.
No obstante, y como muy bien apunta el director de Deusto Business School, “la RSE no ha logrado situarse en el corazón mismo del modelo de negocio de las empresas”. No sólo tiene poco específico en la mayoría de las reuniones de los consejos de administración, sino que aún son muchos los empresarios que no acaban de ver como se refleja el ejercicio de la responsabilidad social en la cuenta de resultados. Además, en la mayoría de los casos, el impacto de la RSE se ha circunscrito al ámbito directo de la empresa y en la prevención de riesgos. Sus stakeholders ya se han encargado de vigilarla para que no violara los derechos humanos, no dañara lel meido ambiente y no fuera corrupta. Al centrarse en la prevención de posibles desmanes sociales y medioambientales, en muchos casos se han olvidado los problemas de la propia sociedad. Ello hace sean muy pocas las empresas que hayan orientado la RSE en la búsqueda de soluciones ante los problemas que acarrea la actual crisis económica.
Siguiendo a Michael Porter y su concepto de creación de valor compartido, Manuel Escudero apuesta por un nuevo modelo de la RSE que, sin abandonar la prevención de riesgos, apueste por las oportunidades y el crecimiento. Una auténtica panacea. Un nuevo modelo que una RSE con innovación denominado innovación compartida y que fuera un activo fundamental del crecimiento empresarial. Una nueva fórmula que permita a las empresas crear nuevos modelos de negocio capaces de crear empleo, que pueda externalizar parte de su I+D, que promueva el emprendedurismo, que desarrolle una comunidad y que sea eficiente, rentable, transparente y social y medioambientalmente sostenible. En definitiva, el sueño dorado.
Como bien señala el director de Deusto Business School, “un modelo que una los recursos y procesos de RSE y de innovación en la empresa con las carencias presentadas por la sociedad, con el fin de idear soluciones que creen valor para la empresa y alto impacto positivo para la sociedad”. Algunas empresas como Nestlé, Novo Nordisk, Ericsson, General Electric, Cemex, Shell, Nike o Coca-Cola ya están trabajando en esta dirección, aunque de momento es más una intuición que un objetivo concreto.
Manuel Escudero plantea varios puntos de debate. Subscribo su modelo de innovación compartida, pero difiero en la necesidad de una nueva reformulación de la RSE. Más que una cuestión conceptual abogo por una praxis. Las empresas deben aplicar a la gestión la RSE, pero deben entenderla. Deben comprenderla. Se puede ser una empresa económica rentable y ser social y medioambientalmente sostenible. Esa es la máxima de la RSE. Si algunas empresas viven de espaldas a la nueva realidad social producida por la crisis es porque es una empresa que su modelo de gestión no está en dar respuestas sino en rendir cuentas. Debemos hablar de ética empresarial. Debemos hablar de valores, algo que no está reñido con rentabilidad económica. Una empresa que aboga por la sostenibilidad debe dar respuestas, y lo puede hacer rindiendo cuentas al capital. Ahora bien, seamos conscientes del dificilísimo momento que vivimos. No digo que la crisis se solucionaría aplicando correctamente la RSE a la gestión, pero otro gallo cantaría. Tener valores es mucho más de que tener dinero. El dinero va viene, los valores son para siempre.